Existen muchas críticas a los sistemas basados en un líder y jerarquías rígidas. El principio de Peter, por ejemplo, se basa en la idea de que los empleados ascienden hasta llegar a su punto de máxima incompetencia.
De ahí que en muchas organizaciones sea evidente que los cargos más
importantes están ocupados por gente que no sabe muy bien lo que hace,
es decir, por líderes que han llevado sus capacidades a un límite no
asumible. Sin embargo, lo que todos esperamos de una organización con
gente que manda y gente que sigue órdenes, es que los primeros,
independientemente de su nivel de competencia relativa, al menos hayan
llegado a su posición por méritos propios.
¿Hasta qué punto se está haciendo bien el trabajo de selección de personal
en este sentido? Pues, según una investigación en psicología, parece
que las empresas y organizaciones jerarquizadas son un coladero de
oportunistas involuntarios. Gente que, sin saberlo, se beneficia con el
hecho de tener ciertos rasgos faciales.
Líderes que lo son por la cara
El estudio, que se publicó en la revista The Leadreship Quarterly,
muestra que una serie de personas escogidas al azar es capaz de saber a
qué se dedican los líderes sólo fijándose fotografías en blanco y negro
de sus caras. Esto significaría que las personas que aparecen en
las imágenes podrían haber llegado a sus cargos de responsabilidad, en
parte, gracias a cierta predisposición inconsciente a elegir líderes con
determinados rasgos faciales.
Estos investigadores concluyen que las personas encargadas de seleccionar a los perfiles de alta responsabilidad podrían
estar fiándose de criterios tan irracionales como la evaluación de la
cara a la hora de seleccionar una candidatura. Pero no sólo eso: cada
puesto requiere un tipo de liderazgo especial, y también los rasgos
faciales elegidos en los líderes varía según el puesto al que optan.
Adivinación
Los investigadores se han basado en una
serie de experimentos para llegar a esta conclusión. Lo primero que
hicieron es constatar que hay estudios
en los que se relaciona apariencia facial y las probabilidades de
alcanzar posiciones de liderazgo. Sin embargo, ellos se centraron en los
sesgos que presumiblemente existen a la hora de asignar puestos de
liderazgo concretos a personas sólo mediante la evaluación de sus caras.
Para ello, seleccionaron 614 personas
voluntarias residentes en Gran Bretaña y se les mostró de manera
individual una serie de fotografías en blanco y negro en las que se
mostraba la cara de ciertos líderes estadounidenses, no conocidos al
otro lado del Atlántico. Este grupo de líderes estaba compuesta por CEOs
de grandes compañías, generales de la armada, gobernadores elegidos
entre 1996 y 2006 y entrenadores deportivos. A cada participante se le
nombraba una categoría (por ejemplo, “generales de la armada”), y a
partir de ese momento este debía decir cuál de las dos caras que se le mostraban correspondía a ese tipo de líder.
Luego, cada uno de ellos expresaba su grado de seguridad en sus
capacidades “adivinatorias” puntuándose en una escala del 0 al 100.
Lo cierto es que, a pesar de tender
hacia el pesimismo a la hora de evaluar su grado de certeza en las
decisiones, los voluntarios se mostraron inusitadamente hábiles a la hora de relacionar a los líderes con su profesión real.
El único tipo de líder que se les resistió fue el de los políticos, ya
que en estos casos no acertaron más de lo esperable por el azar (es
decir, un 50% de las veces).
Liderazgo, rasgos y estereotipos
En un segundo experimento conducido por
el mismo equipo de investigadores, 929 participantes británicos
evaluaron 80 de las caras de los altos cargos en 15 aspectos diferentes:
extraversión,
masculinidad, carisma, etc. Esta vez, sin embargo, los voluntarios no
sabían que estaban viendo caras de líderes. No se les proporcionó
ninguna información adicional sobre las personas que aparecían en las
fotografías.
Como resultado de este ejercicio, los
investigadores comprobaron que ciertos líderes tendían a puntuar alto en
algunas dimensiones que están relacionadas con estereotipos
propios de su área profesional. Por ejemplo, las caras de los militares
puntuaban alto en masculinidad y bajo en calidez, mientras que los CEOs
puntuaban alto en “nivel de competencia”. Cabe recordar que estas
puntuaciones las daban personas que no tenían ni idea de a quién estaban
evaluando.
El problema
Esta línea de investigación es una muestra más de que muchas organizaciones no están siendo tan racionales como cabría esperar a la hora de seleccionar a sus líderes,
personas con una alta responsabilidad en el éxito colectivo de la
empresa. Importantes seleccionadores de personal podrían estar dejándose
llevar por apreciaciones subjetivas sobre cómo debe ser la apariencia
de los altos cargos, siguiendo a rajatabla los cánones que dicta el
estereotipo.
Desde luego, evaluar la cara de alguien puede ser más fácil que medir aspectos tan abstractos como la capacidad de liderazgo, las habilidades sociales o las habilidades de negociación;
entre otras cosas, porque juzgar a alguien por su estética es un
proceso automático. Sin embargo, no deja de ser cierto que
organizaciones basadas en la complejidad del trabajo en equipo merecen
también una selección de personal igualmente compleja y racional.
Los Recursos Humanos vuelven a estar en el punto de mira (o, al menos, los norteamericanos).
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